
Para referirnos a Dios debemos fijarnos cómo esa realidad nos hace decir si o no; pudiendo ser ella misma la que nos allega o nos desvía de Dios, o somos nosotros los que aceptamos creer o no creer en cuanto a la infamia de un Dios, que puede ser que exista. Pues, esto no lo podemos eliminar por vía racional sino experiencial.
Comencemos por algo que nos vincula inmediatamente con la realidad de Dios, nuestro ateismo que desde la modernidad con Descartes hasta Hegel se ha reflexionado sobre el pensamiento ateo y los cuestionamientos acerca de la existencia de Dios. Después aparece Feuerbach; el cual afirma que el hombre es un ser religioso por naturaleza.
Feuerbach distingue dos tipos de religiones: las falsas y las verdaderas. Las primeras son religiones teocéntricas que giran alrededor de Dios, para Feuerbach Dios es una palabra de convención social que evoca una idea, esta es una construcción de la mente referente a lo empírico, es decir es una representación. Dios no ha creado al ser humano, sino es una palabra que la persona ha creado, es decir que Dios opera como una palabra y una idea.
“Ya no es Dios sino el hombre el punto de partida de todo filosofar – el primer objeto el hombre es el hombre – no se trata de ningún ser abstracto, simple pensando o imaginando, sino un ser real: el hombre”.[1]
Así mismo, las religiones teocéntricas son alienantes y enajenan, es decir, que la esencia humana desconoce lo que es suyo. El ser humano crea la idea de Dios volviéndose el centro de su vida, de esta manera el hombre se desconoce a sí mismo por conocer a Dios.
Feuerbach plantea una serie de argumentos en los que describe la esencia de Dios y llega a la conclusión de que Dios es una proyección ampliada de la esencia del ser humano; la esencia de Dios no es otra cosa que la esencia humana. Por consiguiente verdaderas que giran en torno al ser humano, estas son las religiones antropocéntricas en donde el hombre es Dios para el hombre. La idea de estas religiones es que lo central no debe ser una abstracción (Dios), sino una realidad (el ser humano).
Por tanto, para algunos filósofos que siguen la corriente sostiene; “Para que el hombre recupere todo su ser es necesario matar a Dios, esto solo es posible en el lugar que existe: la mente del hombre; así el ser humano quedará solo y se hará responsable de sí mismo”. De acuerdo a lo que plantea Feuerbach Dios existe en la mente del ser humano.
Finalmente se puede decir que la fe es una opción en la que toda persona que cree en la existencia de “Alguien” se exige una experiencia de fe; ya que de Dios no conocemos nada tangible, sino se parte de una experiencia de fe supuestamente, una experiencia criatura-creador. Solo el ser humano es capaz de hacer esa introspección, volver a su origen y encontrarse con lo abstracto o absoluto que se puede llamar Dios.
Se puede añadir además que el hombre a lo largo del camino esta inmerso en un mundo de significados, que él puede ir experimentando cada vez más en su vida, llevándolo a una reconstrucción de su interior y formando nuevas bases firmes de su creencia.
Mario Agudelo
Comencemos por algo que nos vincula inmediatamente con la realidad de Dios, nuestro ateismo que desde la modernidad con Descartes hasta Hegel se ha reflexionado sobre el pensamiento ateo y los cuestionamientos acerca de la existencia de Dios. Después aparece Feuerbach; el cual afirma que el hombre es un ser religioso por naturaleza.
Feuerbach distingue dos tipos de religiones: las falsas y las verdaderas. Las primeras son religiones teocéntricas que giran alrededor de Dios, para Feuerbach Dios es una palabra de convención social que evoca una idea, esta es una construcción de la mente referente a lo empírico, es decir es una representación. Dios no ha creado al ser humano, sino es una palabra que la persona ha creado, es decir que Dios opera como una palabra y una idea.
“Ya no es Dios sino el hombre el punto de partida de todo filosofar – el primer objeto el hombre es el hombre – no se trata de ningún ser abstracto, simple pensando o imaginando, sino un ser real: el hombre”.[1]
Así mismo, las religiones teocéntricas son alienantes y enajenan, es decir, que la esencia humana desconoce lo que es suyo. El ser humano crea la idea de Dios volviéndose el centro de su vida, de esta manera el hombre se desconoce a sí mismo por conocer a Dios.
Feuerbach plantea una serie de argumentos en los que describe la esencia de Dios y llega a la conclusión de que Dios es una proyección ampliada de la esencia del ser humano; la esencia de Dios no es otra cosa que la esencia humana. Por consiguiente verdaderas que giran en torno al ser humano, estas son las religiones antropocéntricas en donde el hombre es Dios para el hombre. La idea de estas religiones es que lo central no debe ser una abstracción (Dios), sino una realidad (el ser humano).
Por tanto, para algunos filósofos que siguen la corriente sostiene; “Para que el hombre recupere todo su ser es necesario matar a Dios, esto solo es posible en el lugar que existe: la mente del hombre; así el ser humano quedará solo y se hará responsable de sí mismo”. De acuerdo a lo que plantea Feuerbach Dios existe en la mente del ser humano.
Finalmente se puede decir que la fe es una opción en la que toda persona que cree en la existencia de “Alguien” se exige una experiencia de fe; ya que de Dios no conocemos nada tangible, sino se parte de una experiencia de fe supuestamente, una experiencia criatura-creador. Solo el ser humano es capaz de hacer esa introspección, volver a su origen y encontrarse con lo abstracto o absoluto que se puede llamar Dios.
Se puede añadir además que el hombre a lo largo del camino esta inmerso en un mundo de significados, que él puede ir experimentando cada vez más en su vida, llevándolo a una reconstrucción de su interior y formando nuevas bases firmes de su creencia.
Mario Agudelo
[1] KÜNG, HANS. (1979). “¿Existe Dios?”. Madrid. Cristiandad.