Para hacer una afirmación como esta, es importante apoyarse en un autor, para ello he tomado a Leonardo Boff y su libro “testigos de Dios en el corazón del mundo”, como guía y apoyo para este ejercicio de síntesis que pretendo desarrollar a continuación.
Anteriormente bast
aba tener imágenes de Dios mediante esquemas religiosos o teológicos para experimentar a Dios, es decir sólo nos quedábamos con los datos sobre Dios pero no se profundizaba esa primera experiencia de esa afirmación o representación para entrar en una dimensión más original y más honda que nos llevara a preguntarnos sobre esos mismos esquemas o imágenes de Dios.
Al lograr salir de esos esquemas que nos llevan a trascender más allá de nuestros propios paradigmas, es cuando logramos ir dando nuestros primeros pasos para captar su misterio, por lo tanto, no nos conformamos con lo que solamente nos dice la razón, sino que es la misma razón al sentirse limitada la que nos lleva a preguntarnos sobre esos datos primarios. Es aquí donde el misterio de Dios se va revelando. Cuando Dios se vuelve totalmente otro y trasciende por encima de todo (de la misma razón) y se deja captar en la misma experiencia del hombre que se abre hacia él, a su intimidad, por lo cual, Dios se hace inmanente en el ser humano cuando éste acoge su auto-donación.
Este entendimiento de la presencia de Dios en nuestra vidas, del salir de sí para darse al otro, no es muy clara todavía hoy en muchas iglesias católicas, lastimosamente todavía muchos cristianos no han sido bien instruidos por sus párrocos y obispos sobre lo que significa tener una ex – peri – en- cia de Dios, sino que aún nos conformamos con hacernos imaginarios sobre Dios mismo.
Pero ¿cómo juzgamos esto? ¿Quiénes son los culpables?
La verdad, para poder hacer un juicio hoy sobre la experiencia e imaginarios de Dios, es necesario ver que estamos en un cambio de paradigma, donde la ciencia en cierta medida ha ido alejando al hombre de Dios, de su historia. Precisamente esto ha hecho de que la historicidad se quede como algo obsoleto, ahora lo que importa es la nueva tecnología. Estos son pero no deben ser los obstáculos para recuperar la historia, ni mucho menos para ver que en esa misma historia es y ha sido donde Dios quien se ha manifestado, esta, la historia ha sido la vía por la cual el hombre ha tenido una experiencia originaria de Dios, donde Él se ha reflejado como Padre que acompaña y libera a su pueblo de todo tipo de opresiones e injusticias. Así, que los culpables son y somos aquellos que vemos la historia como algo pasado, que nos alienamos al tecno-centrismo y no vemos que detrás de ello hay una historia que continúa avanzando y en medio de ella está Dios, pero también hay una experiencia humana, tanto científica como religiosa.
Hasta aquí el misterio se hace ausente. En fin, no se trata de juzgar el avance científico, ni de volver a repetir la historia como era hace 2000 años. Lo que hoy debemos buscar es lograr experimentar a Dios en el mismo quehacer cotidiano de los hombres, en cada una de las actividades que hacemos. Reconocer que detrás de todo aquello que logramos hacer, de los éxitos que tenemos, de lo que expresan nuestros sentimientos, no sólo puede ser explicado con los avances científicos, hay algo que es trascendente e inmanente en el actuar de cada persona en el mundo, eso es su misterio, aquello que se revela pero no se ve. Así, el mundo se convierte en revelador de Dios como algo que lo articula y la da sentido.
Este sentido es el que hoy debemos darle a nuestra experiencia de Dios, que no solamente se quede como una simple experiencia de datos, sino que sea algo original, que logremos experimentar no solo objetos, sino la presencia de Dios mismo en nosotros mismos como algo radical que vive en cada ser humano, así, logrando ver que nuestra vida está llena de sentido, que el misterio está allí presente en esa autodonación de Dios hacia nosotros y al acogerlo lo logramos mostrar a los demás, y eso solo se puede dar por medio del reconocimiento de Dios en el otro. Reconocer que lo vemos, oímos, hablamos, es porque existe algo en nosotros que hemos recibido y eso es Dios y su misterio.
Arnoldo Fernández Castañeda
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Al lograr salir de esos esquemas que nos llevan a trascender más allá de nuestros propios paradigmas, es cuando logramos ir dando nuestros primeros pasos para captar su misterio, por lo tanto, no nos conformamos con lo que solamente nos dice la razón, sino que es la misma razón al sentirse limitada la que nos lleva a preguntarnos sobre esos datos primarios. Es aquí donde el misterio de Dios se va revelando. Cuando Dios se vuelve totalmente otro y trasciende por encima de todo (de la misma razón) y se deja captar en la misma experiencia del hombre que se abre hacia él, a su intimidad, por lo cual, Dios se hace inmanente en el ser humano cuando éste acoge su auto-donación.
Este entendimiento de la presencia de Dios en nuestra vidas, del salir de sí para darse al otro, no es muy clara todavía hoy en muchas iglesias católicas, lastimosamente todavía muchos cristianos no han sido bien instruidos por sus párrocos y obispos sobre lo que significa tener una ex – peri – en- cia de Dios, sino que aún nos conformamos con hacernos imaginarios sobre Dios mismo.
Pero ¿cómo juzgamos esto? ¿Quiénes son los culpables?
La verdad, para poder hacer un juicio hoy sobre la experiencia e imaginarios de Dios, es necesario ver que estamos en un cambio de paradigma, donde la ciencia en cierta medida ha ido alejando al hombre de Dios, de su historia. Precisamente esto ha hecho de que la historicidad se quede como algo obsoleto, ahora lo que importa es la nueva tecnología. Estos son pero no deben ser los obstáculos para recuperar la historia, ni mucho menos para ver que en esa misma historia es y ha sido donde Dios quien se ha manifestado, esta, la historia ha sido la vía por la cual el hombre ha tenido una experiencia originaria de Dios, donde Él se ha reflejado como Padre que acompaña y libera a su pueblo de todo tipo de opresiones e injusticias. Así, que los culpables son y somos aquellos que vemos la historia como algo pasado, que nos alienamos al tecno-centrismo y no vemos que detrás de ello hay una historia que continúa avanzando y en medio de ella está Dios, pero también hay una experiencia humana, tanto científica como religiosa.
Hasta aquí el misterio se hace ausente. En fin, no se trata de juzgar el avance científico, ni de volver a repetir la historia como era hace 2000 años. Lo que hoy debemos buscar es lograr experimentar a Dios en el mismo quehacer cotidiano de los hombres, en cada una de las actividades que hacemos. Reconocer que detrás de todo aquello que logramos hacer, de los éxitos que tenemos, de lo que expresan nuestros sentimientos, no sólo puede ser explicado con los avances científicos, hay algo que es trascendente e inmanente en el actuar de cada persona en el mundo, eso es su misterio, aquello que se revela pero no se ve. Así, el mundo se convierte en revelador de Dios como algo que lo articula y la da sentido.
Este sentido es el que hoy debemos darle a nuestra experiencia de Dios, que no solamente se quede como una simple experiencia de datos, sino que sea algo original, que logremos experimentar no solo objetos, sino la presencia de Dios mismo en nosotros mismos como algo radical que vive en cada ser humano, así, logrando ver que nuestra vida está llena de sentido, que el misterio está allí presente en esa autodonación de Dios hacia nosotros y al acogerlo lo logramos mostrar a los demás, y eso solo se puede dar por medio del reconocimiento de Dios en el otro. Reconocer que lo vemos, oímos, hablamos, es porque existe algo en nosotros que hemos recibido y eso es Dios y su misterio.
Arnoldo Fernández Castañeda
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