martes, 6 de noviembre de 2007

LA COMUNIÓN DE LA TRINIDAD NOS HACE LIBRES Y SE MANIFIESTA EN LA COMUNIDAD

Cuando va atardeciendo acontece para los poetas el crepúsculo del atardecer y refrena para ellos un espacio de contemplación. Donde se emana una dinámica propia por ellos, que se trata de develar la existencia plena del amor, sin olvidar ningún detalle, método real y vivificante, aunque para algunos mítico o ilusorio.

Convicción que data la henchida comunión entre los seres amados y quienes se aman, las inconsistencias emocionales prefiguran una idea mediata de la trascendencia, pero se equipara de destellos naturales que han buscado y encontrado los corazones sinceros de todos los tiempos. En respuestas poco convencionales para muchos, abre la posibilidad de un reconocimiento más sencillo y significativo.

Propicia de esta forma el poder interactuar el uno con lo otro, y verificar la revelación histórica que se ha transmitido desde la antigüedad, como esa vinculación directa de su creador con sus criaturas donada en hijo. Y que ha favorecido la comprensión de lo que acaece hoy, no podemos obviar las fragilidades de los creyentes y menos olvidar el pasado.

Desde esta perspectiva irrumpámonos en nuestras realidades y creencias para fomentar una serena e histórica experiencia de trinidad. La fe en la trinidad de personas, Padre, hijo y espíritu santo, viene a responder a la gran búsqueda de la participación, igualdad y comunión que hace arder a las conciencias de los oprimidos.

Hemos estado por décadas sumergidos en teorías que nos separan de la experiencia trinitaria y que se refleja en las manifestaciones cultuales que damos. Por eso la experiencia nace y se encarna en nuestro pueblo Latinoamericano que ha sido oprimido y devastado por el imperio, donde el clamor de justicia lo han escuchado hombres y mujeres que dieron y siguen dando su vida por los hijos e hijas de Dios.

En esto favorece la liberación histórica, que ha conscientizado y ha generado campos de humanización en nuestro pueblo y que desde allí, la sociedad como estructura sacramental favorece la comunión como lo es la trinidad. Fijados en una realidad menos distorsionada de la piedad popular y de la comprensión de los teólogos.

Por otra parte se debe tener cuidado en el sentido como vemos o reconocemos la trinidad, nos obligamos con un cepillo a contra pelo limpiar o sacudir con cuidado aquello que tenemos a vista, sin ignorar nada. Cernir esa experiencia comunitaria que aducimos vivir y comprender, pues desde allí se engendra la comunión siendo ésta la primera y la última palabra del misterio trinitario. Entendiendo las líneas históricas de liberación como estado de significación en el tiempo el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. “La concepción trinitaria de Dios nos proporciona una experiencia global del misterio divino. Cada uno de los seres humanos se mueve dentro de una triple dimensión: la de la trascendencia, la de la inmanencia y la de la transparencia”[1].

Conforme a ello, dentro del marco evangélico podemos denotar el cómo se revela en la historia y en la Iglesia la santísima trinidad, florece la comprensión auténtica e interpretación de cada una de la persona en la trinidad. No se puede hablar, ni mucho menos encontrar esta experiencia dividida, sino como hecho experiencial, de cada ser humano que lo acoja, como lo fue la vivencia testificada de los primeros discípulos.

Expresando que desde la antigüedad (Antiguo Testamento) la presencia viva de Dios-Padre estuvo con el pueblo elegido, aquel que acogió a unos despreciados y moribundos en el desierto (Moisés). Orientándolos hacia la tierra prometida, hacia la misericordia y compasión de un Padre por la situación de su Hijo, ¿acaso el Padre dejaría morir a su Hijo? Sería fuerte este cuestionamiento, pero el sentir de comunión la desliga y entrelaza mas la relación Padre-Hijo, y en experiencia Espíritu Santo-Hijo.

La comunidad se dona y se fortalece en cada uno, se instaura como el reino que Jesús profeso y del cual encarnamos en el sentir del credo. Estamos siendo generadores de vida cuando expresamos al Padre fidelidad, a través del contacto filial como lo tuvo con Jesús. Esa bondad inmersa en los hijos e hijas que él va al encuentro, en intimidad como Abba, padre tierno, entregado a sus hijos.

De esta forma Jesús vivió como Hijo verdadero de Dios, en unidad y fidelidad al Padre, que se dio al mundo en la presencia de su Hijo, y que se encarna en la realidad actual de sus hijos. Jesús como Hijo en relación con el Espíritu Santo, da al mundo seguridad del Padre, que se transfigura para no dejar desfallecer a sus hijos. La interna relación que Dios-Padre tuvo con su Hijo-Jesús, mediante la presencia del Espíritu es resaltada por los evangelios, Pablo y los primeros Padres de la Iglesia, que en sus escritos manifiestan la presencia de la trinidad como gracia, amor y comunión.

La gracia (Jesús) manifiesta la caridad de Dios, ese amor (Padre) presenta la entrega y donación de su Hijo, la comunión (Espíritu Santo) son innumerables dones que recibe la comunidad, y en ella se benefician todos. Todo esto conforma la esencia trinitaria que nos habla Pablo, en 2 Cor 13, 14. Con este presupuesto se debe añadir, que toda presencia trinitaria en la historia implica una revelación de la trinidad, en el ámbito social, económico, político y religioso.

Esta autoentrega de Dios la vemos atestiguada en el nuevo Testamento en las expresiones del Hijo y del Espíritu, enviados por el Padre para la vida del mundo. El Antiguo Testamento posee un valor en sí mismo, ya que es testimonio de la revelación histórica de Dios a un pueblo. Leída desde la revelación en Jesús y el cumplimiento con la parusía en los escritos del Nuevo Testamento. Esta expresión de fe se da en la continuidad sacramental, y que se manifiesta al celebrarlas. Pues se es la propia experiencia existencia de la fe de las personas en la relación con la trinidad que es visible y consciente, y que se transmite en la filiación con la familia y con su entorno, nada puede salir por azar, sino de forma intrínseca ante la otridad.

Teniendo presente que hay varias formas de definir esta realidad trinitaria, en nuestro contexto, debemos ser precavidos, y con propiedad saber el concepto de algunas definiciones que se han asumido en la historia. El primero es el modalismo siendo este los modos como aparece un solo Dios, la unicidad divina, que se proyecta para nosotros en tres modos diferentes.

El segundo, es el subordinacionismo que se asume como la criatura más semejante al padre que es posible concebir, pero sin llegar a la igualdad de naturaleza con el padre, él esta subordinado al Padre, propuesto como el mediador y salvador, siendo esta corriente todavía de discusión en nuestro días. No se puede concebir que Jesús sea Dios y que a la vez haya sido criatura como todos, idea algo fuera de la misma concepción de Dios con nosotros del antiguo testamento.

El tercero, es el triteísmo afirma las tres personas divinas, pero que cada una es diferente a las otras, de substancias independientes y autónomas. No hay comunión entre ellas como constitutivo de la persona divina. Esta visión algo desafortunada, es todavía vigente y de la cual se adhieren muchos.

No podemos ser negligentes ante esta visión y comprensión de la trinidad, cada una de las anteriores concepciones de la trinidad son vigentes en nuestra actualidad y de las cuales muchos creen todavía en ellas. Se subordina al Hijo como al Espíritu, y dejan a Dios verdaderamente, que sería el Padre único. Se sabe que contra estas corrientes tradicionales se es muy difícil ir, es algo que ya esta impuesto en su mente y corazón, pero queda esa tarea incansable del teólogo en no seguir alimentando esas creencias populares y de decrecimiento en las personas, ser mas humanizantes y de acciones evangélicas.

Con ello, vienen los grandes aportes hechos por los padres de la Iglesia desde san Irineo con que todo parte de la regla de la fe y de los escritos bíblicos para contemplar la trinidad. Y estas contribuciones los termina Santo Tomás de Aquino partiendo de la esencia una, procesiones, y termina analizando las relaciones entre ellas, siendo estas relaciones subsistentes y permanentes. Que dan el rumbo al camino cierto del misterio de la trinidad.

Podemos finalizar que este camino en dar respuesta y tener cuidado a las palabras y definiciones, puede ser un espacio de investigación para la teología y de confrontar con veracidad lo que han transmitido en la dogmática de la Iglesia, pues tampoco se puede luchar contra una estructura vigente. Está solo el aporte que podamos hacer como teólogos al mismo existencial trinitario, que se da.


Mario Agudelo

[1] BOFF, Leonardo. La trinidad, la sociedad y la liberación. Ediciones Paulinas, Buenos Aires, 1987, pág. 34.

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